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Anna Bandettini / Post Teatro / La Repubblica /21 SET 2022

Eugenio Barba: "Odin Teatret adiós, ahora nos espera un renacimiento "

 

 

Hay que tener coraje para decidir, sin condicionamientos, y decir basta. El Odin Teatret y Eugenio Barba, una compañía y un director que han hecho la historia del teatro mundial de la segunda mitad del siglo XX, dicen adiós al teatro y presentarán el último espectáculo de su historia de sesenta años, Tebas en tiempos de la fiebre amarilla.

La cita, imperdible, será en el Teatro Vascello de Roma (y a propósito, felicitaciones por la resistencia y coherencia artística de esta sala, en el vacío de la cultura teatral romana) del 26 de septiembre al 2 de octubre y luego del 6 al 8 en el Teatro Koreja de Lecce.

Un adiós, pero no un final. El Odin no tendrá más la sede de Holstebro en Dinamarca, no hará más espectáculos, pero cada uno de sus protagonistas continuará autónomamente la propia actividad comenzando por Eugenio Barba que, gracias a un acuerdo con la Región Puglia, llevará a Lecce la documentación de la historia del Odin, su biblioteca y el testimonio de la actividad del Tercer Teatro, todo esto es lo que Barba llama “archivo viviente” y que tendrá su primer momento público el 13 de octubre.

 

Eugenio Barba, ¿cuántos adiós ha dicho en su vida? ¿Y a quién está dirigido este adiós?

“Cada adiós promete un regreso. Solo cuando la muerte te esposa, la promesa no se mantiene. Hubo un adiós a mi madre, o bien a Italia y a mi lengua materna cuando tenía 18 años y planté mis raíces en Noruega en la belleza del invierno casi ártico y en la incomprensibilidad de la lengua de mis nuevos compatriotas. Era un adiós que tenía el gusto de la aventura y del amor. Hubo un adiós a Polonia cuando imprevistamente la policía me echó como persona no grata apartándome de Grotowski, de Flaszen, de los actores del Teatr-laboratorium de las 13 filas en Opole

que había sido mi patria por tres años. Este adiós tiene el sabor del rencor y de la injusticia. Pero el adiós al cual aludes, cuando en noviembre 2022 yo y el Odin Teatret dejaremos en Holstebro, Dinamarca, la histórica granja que se transformó en un teatro laboratorio conocido internacionalmente, tiene el sabor de un renacer. Es como si volviera a tener nuevamente dieciocho años y me encontrara en la calle levantando el brazo para hacer autostop. Pero me siento un gigante porque tengo conmigo a todos los compañeros del Odin, sorprendidos y vacilantes en esta situación inesperada que es uno de los tantos terremotos que han sacudido a nuestro teatro. Este adiós de sabor a renacer se dirige a los ciudadanos de Holstebro que acogieron nuestro teatro desconocido y amateur en 1966 y al “pueblo secreto” del Odin que nos ha seguido durante más de medio siglo. En realidad, continuamos con actividad y espectáculos, pero en las condiciones en las cuales comenzamos: sin sede ni subvenciones, pero con mucha experiencia y obstinación.  

 

¿Cómo fue para usted y para sus actores trabajar en sala sabiendo que preparaban el último espectáculo? ¿Había un clima particular?

“La preparación de Tebas en tiempos de la fiebre amarilla fue particular porque nos encontramos, todos, con las leyes de la edad. Yo tengo 86 años y mis actores se acercan a los setenta o los han superado. La vejez tiene reglas absolutas, dolorosas y a veces indecorosas. He sufrido mucho viendo la fatiga de mis actores que apretando los dientes trataban de lograr el mismo nivel que sus años, a esta altura, le negaban. Todos éramos conscientes de que era el último espectáculo en la granja que habíamos transformado en una isla de libertad. Pero este pensamiento no interfirió con lo que era el verdadero obstáculo para cada uno de nosotros: superar las dificultades que volvían superficial e insípida la escena sobre la cual trabajábamos. Por primera vez algunos de los actores me dijeron que después de las cuatro de la tarde ya no iban a trabajar. Tenían obligaciones familiares y su energía estaba agotada. Nunca había seguido durante los ensayos el ritmo del reloj, entonces al inicio fue duro para mí la interrupción imprevista del proceso simplemente porque las agujas marcaban dos cifras en el reloj. Después me acostumbré, o tal vez me resigné, pero con un sentimiento de ternura como cuando te ocupas de un recién nacido o de una persona muy vieja que no logra levantarse de una silla. Cada uno de nosotros actuaba en una atmósfera de “vidrio”, como si un arrebato nervioso o un momento de irritación pudiera rajar un cristal precioso”.

 

Tebas en tiempo de la fiebre amarilla: está inspirada en la tragedia clásica de Sófocles, estamos en las raíces del teatro: ¿quiere decir algo?

“Siempre trato de encontrar un tema para un nuevo espectáculo. Por eso muchas veces elijo clásicos griegos o personajes como Fausto, Don Juan o Arlecchino. El motivo es que mis actores provienen de diferentes países y no tienen una lengua en común ni entre ellos ni con los espectadores dado que siempre estamos de gira por diversos países. Casi todas las personas que van al teatro conocen más o menos estas historias, y pueden orientarse en la maraña de situaciones simultáneas que caracterizan un espectáculo del Odin y en la babel de lenguas habladas por los actores. Nunca consideré la tragedia griega como el origen del teatro. Sabemos muy poco acerca de cómo interpretaban los actores, sobre el coro, y también sobre la escasa importancia que se le daba al texto que ni siquiera era conservado después de las representaciones. Para mí las raíces de mi oficio están en las compañías profesionales que surgieron después de 1545 en toda Europa. Estas raíces se alimentan de las condiciones particulares de una profesión en la cual hombres y mujeres han elegido entretener a las personas que pagan, que deben someterse al atropello de los poderosos y de los religiosos, que viven en la periferia, no respetan las normas dominantes, y que son tratados como outsiders. Estas son para mí las raíces del teatro, un oficio que permite vivir en libertad a pesar de estar al margen de una sociedad que no te aprecia. Pero es también cierto que con el Odin hice cuatro espectáculos diferentes sobre Edipo, su familia y su ciudad. Edipo es una historia enigmática: un joven busca hacer realidad el dicho del oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo”. Quiere conocer a sus padres y este deseo desencadena parricidio, incesto, peste, guerras fratricidas. Me pregunté siempre qué me quiere contar este mito. Un poco como me pregunto qué me quiere contar la historia del dios padre que sacrifica al hijo en la cruz para salvar a mujeres y hombres malvados. ¿No es necesario conocerse a sí mismo? ¿Tenemos que sacrificar a nuestros hijos para salvar a la humanidad? No es importante lo que cuentas, sino cómo lo haces. En el fondo Anna Karenina es la historia de una burguesa que va a la cama con un oficial y cuando él la deja se suicida. Pero mira cómo te lo escribe Tolstoi. Lo mismo sucede en el teatro. Obras de Shakespeare se vuelven somníferos potentes y una fábula puede transformarse en una experiencia provocadora que te cambia la vida. Piensa en el Turandot de Vajtangov.

 

Entre Antígona que respeta su ley del corazón y Creonte que defiende las leyes del estado, Eugenio Barba ¿de qué parte está?

“Me viene una respuesta inmediata: de parte de Creonte. ¿Qué dirías si la hija de un boss de la mafia quiere hacerle un funeral grandioso a su padre y un magistrado se niega a darle el permiso? No es casual que los historiadores de la cultura griega subrayen el cambio de mentalidad entre las obras de Esquilo y las de Sófocles. Antígona defiende el honor de una familia aristocrática en una polis que se quiere democrática. Por esta razón es condenada. ¿Te olvidas que Antígona entierra simbólicamente al hermano – un traidor que reunió a un ejército de extranjeros para atacar la propia ciudad? Es nuestra época, con sus prejuicios o desconfianza frente a la ley, la que toma partido, melodramáticamente, por Antígona. Esto no quiere decir que hay que rechazar las leyes del estado cuando uno de nosotros las considera injustas. Antígona sigue su ley del corazón, como tú dices.  Sabe que si la descubren será condenada. Es este coraje individual lo que la transforma en arquetipo. Como todos los jóvenes que en la segunda guerra mundial se volvían partisanos contra los fascistas no respetando la ley en vigor en ese momento”.

 

¿Qué es la “fiebre amarilla” del título del espectáculo? ¿Y quién la tiene?

“En torno a 1850 comenzaron a producirse industrialmente colores que podían ser conservados en tubos. Los pintores ya no tenían que mezclar diferentes ingredientes en su atelier para llegar a la tonalidad cromática deseada. Gracias a los progresos de la tecnología se produjeron dos colores nuevos: el violeta y el amarillo, que no eran frecuentes en la pintura del pasado. La conservación en tubos permitía pintar en el exterior, y los impresionistas hicieron uso de estos dos nuevos colores al punto tal que durante un período fueron llamados “violetistas”. Mira cuánto amarillo se usa en ese período, una verdadera fiebre. A esto alude el título del espectáculo: un frenesí creativo. Un poco como la manía que han generado las redes sociales. No hay lógica en lo que digo. Un espectáculo puede ser ilógico a nivel conceptual, pero debe poseer una coherencia rítmico-formal que lo vuelva creíble al sistema nervioso y al sentido cinestésico del espectador. En otras palabras: un espectáculo es danza, música y poesía, estímulo dirigido a los sentidos, a las emociones y a la imaginación de cada espectador”.

 

¿Qué representa para usted este último espectáculo?

“Una experiencia que conozco bien, que me aterroriza, que intento posponer lo más posible y que al final no puedo no afrontar. Preparar un espectáculo es vivir una gestación desagradable, especialmente al inicio cuando me acompaña una náusea permanente viendo los primeros bosquejos de escenas que surgen de las improvisaciones. Lo privado no es malo, solo es demasiado visible. Viene entonces el interminable período de depurar diez mil detalles, afinar diez mil ritmos, ajustar diez mil tensiones, hacer crecer toda una ecología de dinamismos que despierten reacciones en la memoria física y biográfica del espectador. Una elaboración extenuante, un trabajo chino, que dura semanas y semanas y pone a la prueba la paciencia y el estoicismo de los actores. Muchas veces no sé bien cuál es la historia que estoy contando, solo después de meses de ensayos comienzo a orientarme en el paisaje asociativo al cual he llegado. Es la fase donde la luz se esparce sobre el trabajo que viene desarrollándose hace tiempo ya en una mina oscura. Entonces veo cómo cambian los rostros de mis actores. Como caballos que sienten que el establo no está lejos. Tebas en tiempos de la fiebre amarilla fue el espectáculo en donde cada uno de nosotros se sometió a este proceso, viviendo también lo absurdo de este esfuerzo descomunal dado que el espectáculo después del 20 de noviembre ya no será representado porque un actor decidió parar”.

 

¿Si piensa en el Odin mirando hacia el futuro, qué ve?

“Veo la vejez activa de un grupo de actores que han trabajado junto al mismo director durante sesenta años, cincuenta años, cuarenta años. No tiene antecedentes en la historia del teatro. Es de verdad un escándalo, una obscenidad. Ahora estos actores han sido obligados a dejar la casa que habían construido porque el nuevo director los considera viejos y quiere innovar con jóvenes. Entonces nosotros continuamos a nuestra manera. Un día que teníamos un poco de tiempo lo hablamos todos juntos. Else Marie Laukvik, que fundó conmigo en Oslo el Odin Teatret era radiante: “Eugenio, regresamos a nuestros inicios, encontremos un refugio antiaéreo y preparemos ahí nuestros espectáculos. No teníamos un local pero inventamos el training, invitamos al extranjero por primera vez a Grotowski y a su teatro, publicamos una revista teatral inter-escandinava, organizamos seminarios. ¡Fantástico!” ¿Qué podía hacer? Me levanté y la besé mientras todos sonreían.

 

¿Arrepentimientos?

“No me arrepiento de nada”.

 

¿Es consciente del valor que usted y el Odin tienen en el teatro contemporáneo?

“Soy consciente de que el Odin Teatret tiene un valor para muchas personas, y de cuánto ha significado en sus destinos y elecciones individuales. Lo leo en las cartas que recibo y lo descubro en su llanto abrupto cuando se enteran de que el Odin debe dejar su casa. Por esto es tan importante desaparecer con dignidad, que quiere decir simplemente recordar el ejemplo de Molière”.

 

¿Cómo será su actividad ahora?

“Me ocuparé de la vejez errante del Odin y de la mía. Pero también de una nueva iniciativa. Hace tres años fundé junto a Julia Varley una Fundación que lleva nuestro nombre, con el objetivo de apoyar la cultura sumergida del teatro: los “sin nombre”, los grupos de teatro y las asociaciones socio-culturales en situación de emergencia y

marginación. Instituimos un premio de apoyo a personas, grupos y redes de mujeres y hombres que desarrollan una obra particularmente meritoria en el campo de los derechos humanos. El Premio Barba Varley 2022 de 10.000 euros será subdividido entre el proyecto de Gabriel Posada, “Magdalena por el Cauca” (Colombia), que recuerda con sus instalaciones artísticas los centenares de cadáveres sin nombre que fueron abandonados en el río Cauca; el proyecto de Francesco Piobicchi, “Memoramica” de Mediterranean Hope/Fcei de Lampedusa, que construyó el cementerio para inmigrantes no identificados que llegan ya sin vida a Lampedusa.

También ofrecemos becas de estudio; el núcleo esencial de la Fondazione Barba Varley es el proyecto de “compartir el saber”, con la publicación online gratuita de la revista “Journal of Theatre Anthropology”, y la realización de films y videos sobre la antropología teatral y sobre las técnicas del actor/bailarín que se pueden descargar del sitio de la Fondazione. Además, el 13 de octubre se inaugura en Lecce el

Living Archive Floating Islands, un Proyecto entre la Fondazione Barba Varley en asociación con la Región Puglia con el fin de promover, investigar y estudiar la historia del Odin Teatret, de Eugenio Barba y del Tercer Teatro, y la cultura internacional de los grupos de teatro. Ya que estamos con esto, aprovecho para concluir: hagan un click en la Fondazione Barba Varley, tal vez les venga ganas de hacer una pequeña donación”.

 

                                                                                              Traducción al español Ana Woolf.

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